sábado, 23 de octubre de 2010

Tiempo.

-Hay que ver como nos va asĂ­, solo unos dias....
El habia dicho eso.
DĂ­as. DĂ­as me sonaba a tiempo.
''Vamos a darnos un tiempo''
Fuck... Lo que él no sabe es que en mi lenguaje terrenal no podía entender la concepción de ''darnos un tiempo''... la odiaba.
Odiaba la frase ''vamos a darnos un tiempo''
Es como terminar suavemente, para que la loca no se altere y no termine en el psiquĂ­atrico.
Here we go again. La historia de mi vida hecha letras: ''Vamos a darnos un tiempo''.
Tiempo: fuck off. Odio el tiempo. Lo odio.

Tomáte todo el tiempo necesario para darte cuenta de que me amas.
                                      FittĂ©.

viernes, 22 de octubre de 2010

Dolor.

Tenía tantas ganas de verte en mis sueños que mis ojos se cerraban para obligarme a dormir.
Me sentĂ­a tan triste que  mis manos se aferraban firmemente a lo poco que quedaba de mĂ­, se aferraban más a tĂ­.
Te extraño tanto...
Con el paso de los años se cree que se aprenderá a vivir con el dolor... bueno, ¿quĂ© se hace cuando olvidĂ© como aprender?
DĂ­melo un dĂ­a de estos.
Te amo.
Te extraño.
Pd: Estás cordialmente invitado a mis sueños.

domingo, 10 de octubre de 2010

Sueños y miradas.

Su mirada se posaba dulcemente sobre su cuerpo. Sobre su alma. Sobre su amor.
AhĂ­ estaba ella. Su mujer.
Se pertenecían desde muchos siglos atrás. Desde antes de que el mundo fuera formado, desde que el cielo comenzaba a dar señales de presencia.
Eran dos seres que formaban uno solo. Se amaban.
Sus ojos se posaban sobre ella, de una extraña manera. Ella, totalmente sorprendida se daba cuenta de que nadie nunca la miró de esa manera. Había sido mirada antes, claro, cuando caminaba por la calle sentía esas miradas ansiosas, llenas de deseo, llenas de perversión. Habían mirado su cuerpo muchas veces, más núnca nadie había mirado su alma. Hasta esa noche.

Entonces la magia se hacía presente, cuando notaba algo magnífico en el ambiente: no sería la primera noche. Algo le hacía sentir que esto era algo más. Era el inicio del resto de sus vidas. Porque ella era su mujer. Sólo él le daba la sensación de amor, de comprensión que nunca nadie le dió jamás. Solo él, ese hombre que tenía frente a ella, ese hombre que la miraba de esa forma tan distinta, solo él. Y ahora no había nada más que amarse. Por siempre. Por los siglos de los siglos amén. Algo así había escuchado muchas veces en películas, novelas y cuentos. Y ahora ella era la protagonista de su propia historia.

Ella, que no era perfecta, ella que escribĂ­a mientras sus amigos estaban en cualquier discoteca local bailando, o que leĂ­a hasta dormir. Que amaba la mĂşsica clásica y no cualquier clase de movimiento musical novedoso. Esa mujer que soñaba en clase imaginando el gran dĂ­a.  Y ahora ella habĂ­a pasado de ser una desconocida a ser quiĂ©n dormĂ­a al lado de este ángel. Nunca nadie le habĂ­a dicho que clase de milagros pasaban ocasionalmente para que ahora ella tuviera la realidad más hermosa. Y si alguien se lo hubiera dicho probablemente no lo hubĂ­era creĂ­do. 
Ella era felĂ­z..
            ... Por el simple hecho de ser su mujer. 

Tiempo.

-Hay que ver como nos va asĂ­, solo unos dias....
El habia dicho eso.
DĂ­as. DĂ­as me sonaba a tiempo.
''Vamos a darnos un tiempo''
Fuck... Lo que él no sabe es que en mi lenguaje terrenal no podía entender la concepción de ''darnos un tiempo''... la odiaba.
Odiaba la frase ''vamos a darnos un tiempo''
Es como terminar suavemente, para que la loca no se altere y no termine en el psiquĂ­atrico.
Here we go again. La historia de mi vida hecha letras: ''Vamos a darnos un tiempo''.
Tiempo: fuck off. Odio el tiempo. Lo odio.

Tomáte todo el tiempo necesario para darte cuenta de que me amas.
                                      FittĂ©.

Dolor.

Tenía tantas ganas de verte en mis sueños que mis ojos se cerraban para obligarme a dormir.
Me sentĂ­a tan triste que  mis manos se aferraban firmemente a lo poco que quedaba de mĂ­, se aferraban más a tĂ­.
Te extraño tanto...
Con el paso de los años se cree que se aprenderá a vivir con el dolor... bueno, ¿quĂ© se hace cuando olvidĂ© como aprender?
DĂ­melo un dĂ­a de estos.
Te amo.
Te extraño.
Pd: Estás cordialmente invitado a mis sueños.

Sueños y miradas.

Su mirada se posaba dulcemente sobre su cuerpo. Sobre su alma. Sobre su amor.
AhĂ­ estaba ella. Su mujer.
Se pertenecían desde muchos siglos atrás. Desde antes de que el mundo fuera formado, desde que el cielo comenzaba a dar señales de presencia.
Eran dos seres que formaban uno solo. Se amaban.
Sus ojos se posaban sobre ella, de una extraña manera. Ella, totalmente sorprendida se daba cuenta de que nadie nunca la miró de esa manera. Había sido mirada antes, claro, cuando caminaba por la calle sentía esas miradas ansiosas, llenas de deseo, llenas de perversión. Habían mirado su cuerpo muchas veces, más núnca nadie había mirado su alma. Hasta esa noche.

Entonces la magia se hacía presente, cuando notaba algo magnífico en el ambiente: no sería la primera noche. Algo le hacía sentir que esto era algo más. Era el inicio del resto de sus vidas. Porque ella era su mujer. Sólo él le daba la sensación de amor, de comprensión que nunca nadie le dió jamás. Solo él, ese hombre que tenía frente a ella, ese hombre que la miraba de esa forma tan distinta, solo él. Y ahora no había nada más que amarse. Por siempre. Por los siglos de los siglos amén. Algo así había escuchado muchas veces en películas, novelas y cuentos. Y ahora ella era la protagonista de su propia historia.

Ella, que no era perfecta, ella que escribĂ­a mientras sus amigos estaban en cualquier discoteca local bailando, o que leĂ­a hasta dormir. Que amaba la mĂşsica clásica y no cualquier clase de movimiento musical novedoso. Esa mujer que soñaba en clase imaginando el gran dĂ­a.  Y ahora ella habĂ­a pasado de ser una desconocida a ser quiĂ©n dormĂ­a al lado de este ángel. Nunca nadie le habĂ­a dicho que clase de milagros pasaban ocasionalmente para que ahora ella tuviera la realidad más hermosa. Y si alguien se lo hubiera dicho probablemente no lo hubĂ­era creĂ­do. 
Ella era felĂ­z..
            ... Por el simple hecho de ser su mujer.