QuerĂa gritarsĂ©lo, llorar frente a Ă©l, quebrarme de las muchas formas en las que me quebraba cuando Ă©l no me veĂa.
QuerĂa presentarle todos los demonios que habĂa dentro de mĂ, todos esos que Ă©l jamás habĂa visto ni de lejos.
QuerĂa decirle que era tiempo de dejar de hacerlo, que necesitaba detenerme.
Que en estos dĂas el se habĂa vuelto más que una cura; la misma droga que me mantenĂa sedada, dormida, extasiada. QuerĂa decirle que su presencia comenzaba a hacerme más mal que bien, que era demasiado dĂ©bil para dejarlo ir.
QuerĂa decirle que lo necesitaba, querĂa volverme polvo frente a sus ojos deseando que no fuera lástima lo que el sintiera.
Deseaba tanto que llegara el dĂa en que el notara toda la gama de colores que Ă©l causaba en mĂ, que por primera vez me mirara y me dijera que todo habĂa sido una mala broma, que se rĂera hasta que ambos llorarámos de risa... Por Dios, de verdad deseaba ver que por fin estaba buscando más que amores ajenos de una noche, más que amores ajenos de colchĂłn. QuerĂa tanto ofrecerle todo lo que podĂa, lo que soñaba darle... Dios sabe cuanto le pedĂa cada noche que ese dĂa llegara, que por fin pudieramos coexistir en el mismo sistema, de la forma en que lo soñaba.
Y yo, estĂşpida, infantil, con miedos y ansiedades no sabĂa por donde coño empezar. Ajena, estĂşpida, silenciosa, llena de secretos... Yo. La que soñaba. La que no sabĂa luchar. La que de muchas formas se quedaba paralizada ante la competencia. La que NO QUERIA ser competencia. Yo. Esa era Yo.
La que admitĂa no poder continuar.
A la que tĂş haces polvo cada vez que haces esto. Con cada mentira, cada omisiĂłn. Cada competencia. Ya no me destruyas.