Entrar a esa frÃa habitación me enchinaba la piel. Me ponÃa loco el corazón y me hacia obligarme a respirar a consciencia. Me emocionaba, pero aun seguÃa entrando con un poco de temor.
Plática incómoda, medicamentos, cambios de vitaminas, cosas asà y después la hora de la verdad.
Me subà a la camilla sin entender realmente si estaba lista para hacerlo de nuevo. Y de pronto ahà estaba todo. Ahà estaba la respuesta. Ahà estaba el tesoro al final del arcoiris. Ahora que lo pienso, si. El tesoro. El tesoro del arcoiris, Dios, quién lo dirÃa.
No sé si estoy lista para compartir mi pequeño secretito que he guardado por tanto tiempo.
Con dudas, con miedos, con recuerdos, con lágrimas de tristeza, de alegrÃa de emoción, de impaciencia... Uff, impaciencia. Tiempo. Que nos quede tiempo, que nos queden dos vidas.
Y cuando escuché la explicación, cuando entendà sus palabras de pronto todo se sintió distinto.
No sé quién seas, no te he visto y aquà tienes a tu nueva, absoluta y eterna esclava. No entiendo mucho, pero puedo ver como mi completa existencia se amarra de nuevo a ti.
Tiempo... Que por favor nos quede tiempo.