Ella lo miró, con la misma mirada con la que lo miraba siempre: con ojos de estúpida enamorada.
Lo miro con defectos y virtudes, con aciertos y errores, y de repente, asà nadamás pudo notar que ya no lo idealizaba con la imagen perfecta del perfecto amor soñado.
Se dió cuenta de que lo querÃa, igual que ayer, igual que siempre. Pero ésta vez habÃa algo distinto: era consciente de que asà como estaba él, igual estaban otros más.
Se dió cuenta de sus fortalezas como mujer: no era una barbie, pero sabÃa que tenÃa cosas interesantes que ofrecer. Lo más importante: ella estaba amandóse más que nunca antes.
Estaba preparada para superarlo. Ella se habÃa jurado a si misma, habÃa pedido a Dios muchas veces, habÃa hecho lo impensable por dejar de amarlo. Y un dÃa ocurrió. Asà como cuando era pequeña y un dÃa era agradable jugar con sus muñecas y al dÃa siguiente comenzó a dejarlo. AsÃ.
Pudo notar que dentro de sà misma habÃa aprendido que el autoamor es lo único que queda al final de dÃa. Que no importa las idioteces que ha hecho, las veces que se ha arrepentido de algún acto, las cosas que han salido de su boca, ella se habÃa perdonado todo. Porque para amar se necesita perdonar. Y para amar a alguien más es necesario amarse primero a sà misma.
-¿Porqué me ves asÃ? - preguntó él, con la voz llena de intriga.
-Nunca habÃa notado que me gusta tu cabello- dijo ella, despeinandolo mientras una sonrisa le colgaba del rostro -me gustas, de verdad me gustas. Asà como me gusta ir a caminar, soplar dientes de león y el chocolate caliente en tiempo de frÃo. Pero no te sientas seguro. He esperado tanto tiempo que un dÃa, sin más, también me guste yo. Suena torpe, ¿verdad? Noté que el único motivo por el cual no me quieres es porque antes no me quise yo. Lo siento, ¡que tonta! No entiendo porque te lo digo, pero igual; ahora ya lo sabes.
-¿Quién dice que no te quiero?- susurró, bajando la mirada como huyendo del confrontamiento que las palabras de la chica causaron en el.
-Pues tu manera de querer es distinta a lo que esperaba. Pero no te preocupes, no es un reclamo. Es solo que hoy, que me quiero tanto; he entendido que nadie nunca va a quererme como me quiero yo.
Un ser más.
Ella lo miró, con la misma mirada con la que lo miraba siempre: con ojos de estúpida enamorada.
Lo miro con defectos y virtudes, con aciertos y errores, y de repente, asà nadamás pudo notar que ya no lo idealizaba con la imagen perfecta del perfecto amor soñado.
Se dió cuenta de que lo querÃa, igual que ayer, igual que siempre. Pero ésta vez habÃa algo distinto: era consciente de que asà como estaba él, igual estaban otros más.
Se dió cuenta de sus fortalezas como mujer: no era una barbie, pero sabÃa que tenÃa cosas interesantes que ofrecer. Lo más importante: ella estaba amandóse más que nunca antes.
Estaba preparada para superarlo. Ella se habÃa jurado a si misma, habÃa pedido a Dios muchas veces, habÃa hecho lo impensable por dejar de amarlo. Y un dÃa ocurrió. Asà como cuando era pequeña y un dÃa era agradable jugar con sus muñecas y al dÃa siguiente comenzó a dejarlo. AsÃ.
Pudo notar que dentro de sà misma habÃa aprendido que el autoamor es lo único que queda al final de dÃa. Que no importa las idioteces que ha hecho, las veces que se ha arrepentido de algún acto, las cosas que han salido de su boca, ella se habÃa perdonado todo. Porque para amar se necesita perdonar. Y para amar a alguien más es necesario amarse primero a sà misma.
-¿Porqué me ves asÃ? - preguntó él, con la voz llena de intriga.
-Nunca habÃa notado que me gusta tu cabello- dijo ella, despeinandolo mientras una sonrisa le colgaba del rostro -me gustas, de verdad me gustas. Asà como me gusta ir a caminar, soplar dientes de león y el chocolate caliente en tiempo de frÃo. Pero no te sientas seguro. He esperado tanto tiempo que un dÃa, sin más, también me guste yo. Suena torpe, ¿verdad? Noté que el único motivo por el cual no me quieres es porque antes no me quise yo. Lo siento, ¡que tonta! No entiendo porque te lo digo, pero igual; ahora ya lo sabes.
-¿Quién dice que no te quiero?- susurró, bajando la mirada como huyendo del confrontamiento que las palabras de la chica causaron en el.
-Pues tu manera de querer es distinta a lo que esperaba. Pero no te preocupes, no es un reclamo. Es solo que hoy, que me quiero tanto; he entendido que nadie nunca va a quererme como me quiero yo.
Lo miro con defectos y virtudes, con aciertos y errores, y de repente, asà nadamás pudo notar que ya no lo idealizaba con la imagen perfecta del perfecto amor soñado.
Se dió cuenta de que lo querÃa, igual que ayer, igual que siempre. Pero ésta vez habÃa algo distinto: era consciente de que asà como estaba él, igual estaban otros más.
Se dió cuenta de sus fortalezas como mujer: no era una barbie, pero sabÃa que tenÃa cosas interesantes que ofrecer. Lo más importante: ella estaba amandóse más que nunca antes.
Estaba preparada para superarlo. Ella se habÃa jurado a si misma, habÃa pedido a Dios muchas veces, habÃa hecho lo impensable por dejar de amarlo. Y un dÃa ocurrió. Asà como cuando era pequeña y un dÃa era agradable jugar con sus muñecas y al dÃa siguiente comenzó a dejarlo. AsÃ.
Pudo notar que dentro de sà misma habÃa aprendido que el autoamor es lo único que queda al final de dÃa. Que no importa las idioteces que ha hecho, las veces que se ha arrepentido de algún acto, las cosas que han salido de su boca, ella se habÃa perdonado todo. Porque para amar se necesita perdonar. Y para amar a alguien más es necesario amarse primero a sà misma.
-¿Porqué me ves asÃ? - preguntó él, con la voz llena de intriga.
-Nunca habÃa notado que me gusta tu cabello- dijo ella, despeinandolo mientras una sonrisa le colgaba del rostro -me gustas, de verdad me gustas. Asà como me gusta ir a caminar, soplar dientes de león y el chocolate caliente en tiempo de frÃo. Pero no te sientas seguro. He esperado tanto tiempo que un dÃa, sin más, también me guste yo. Suena torpe, ¿verdad? Noté que el único motivo por el cual no me quieres es porque antes no me quise yo. Lo siento, ¡que tonta! No entiendo porque te lo digo, pero igual; ahora ya lo sabes.
-¿Quién dice que no te quiero?- susurró, bajando la mirada como huyendo del confrontamiento que las palabras de la chica causaron en el.
-Pues tu manera de querer es distinta a lo que esperaba. Pero no te preocupes, no es un reclamo. Es solo que hoy, que me quiero tanto; he entendido que nadie nunca va a quererme como me quiero yo.